Chapultepec 79, Col. Centro, Ciudad de México
Martes a Viernes de 12:00 a 16:00 h
Sábado 12:00 a 14:00 h
Favor de tocar el timbre
El Cuarto de máquinas, un proyecto sin espacio permanente, encuentra una nueva sede en un punto histórico de la Ciudad de México que abrirá al público con la muestra Negra espalda del tiempo el 1 de septiembre del 2022. La nueva exposición Negra espalda del tiempo incita reflexiones sobre los mecanismos del recuerdo, la memoria y el olvido, explorando el vínculo entre el arte sonoro de Concepción Huerta y el arte plástico de Vanessa Enríquez, con la curaduría de Gabriela Mosqueda.
El Cuarto de máquinas, un proyecto sin espacio permanente, encuentra una nueva sede en un punto histórico de la Ciudad de México que abrirá al público con la muestra Negra espalda del tiempo el 1 de septiembre del 2022. La nueva exposición Negra espalda del tiempo incita reflexiones sobre los mecanismos del recuerdo, la memoria y el olvido, explorando el vínculo entre el arte sonoro de Concepción Huerta y el arte plástico de Vanessa Enríquez, con la curaduría de Gabriela Mosqueda.
Expone una intervención sonora. Su obra artística es creada a partir de grabaciones sonoras de lo cotidiano, manipuladas con grabadoras y cintas procesadas para crear atmósferas narrativas. Sus Foley e instrumentos encuentran una reminiscencia de elementos del ambient y noise, pero logran insertarnos en una historia imaginaria que las aparta de cualquier género musical en específico.
Expone una intervención sonora. Su obra artística es creada a partir de grabaciones sonoras de lo cotidiano, manipuladas con grabadoras y cintas procesadas para crear atmósferas narrativas. Sus Foley e instrumentos encuentran una reminiscencia de elementos del ambient y noise, pero logran insertarnos en una historia imaginaria que las aparta de cualquier género musical en específico.
Es una artista multidisciplinar cuya práctica parte de la investigación de la naturaleza multidimensional de la realidad, utilizando a una noción amplificada del dibujo como un método para la exploración de conceptos y fenómenos relacionados a la física y a filosofías no-duales, el vínculo entre la mente y la materia, reconociendo lo inmaterial y material. Una selección de obras de la artista se presenta en la exposición, al igual que una instalación que denomina dibujo espacial.
Es una artista multidisciplinar cuya práctica parte de la investigación de la naturaleza multidimensional de la realidad, utilizando a una noción amplificada del dibujo como un método para la exploración de conceptos y fenómenos relacionados a la física y a filosofías no-duales, el vínculo entre la mente y la materia, reconociendo lo inmaterial y material. Una selección de obras de la artista se presenta en la exposición, al igual que una instalación que denomina dibujo espacial.
Necesitamos la memoria.
Ese repositorio de la identidad, de nuestra vida, de quienes somos.
De las cualidades humanas es quizá la memoria una de las más definitivas: somos quienes somos porque podemos recordarlo y las aristas en el laberinto de los recuerdos nos definen también: nuestras nostalgias y pérdidas, las cicatrices reales y metafóricas con que nos han marcado los años, así como los lugares, olores y atmósferas que nos devuelven a un pasaje olvidado de la memoria.
Pero no recordamos las cosas como fueron sino como somos, como fuimos. La madeja de los recuerdos es imprecisa, inasible, infiel. Se transforma con el tiempo y lo sabemos muy bien, así que hemos ido ideando maneras de dejar registro de aquello que consideramos trascendental: fotografías, videos, sonidos a los que eventualmente tampoco podremos volver, los materiales en los que los hemos registrado se volvieron obsoletos, viajan hacia su difuminación -diría Javier Marías-para deslizarse por la negra espalda del tiempo, su reverso invisible. La desaparición. El olvido.
Y necesitamos el olvido.
Porque para poder recordar, tenemos que haber olvidado. Porque no somos permanentes y mirar en el horizonte aquello que esperamos se convierta en destino solamente es posible cuando se han conjurado los recuerdos, necesitamos abandonar para recuperar.
Esa carga del recuerdo y del olvido habita los materiales de la obra de Vanessa Enríquez y Concepción Huerta; la transitamos en la antigüedad del recinto que contiene esta exposición y en el filo o revés del tiempo.
Gabriela Mosqueda
Necesitamos la memoria.
Ese repositorio de la identidad, de nuestra vida, de quienes somos.
De las cualidades humanas es quizá la memoria una de las más definitivas: somos quienes somos porque podemos recordarlo y las aristas en el laberinto de los recuerdos nos definen también: nuestras nostalgias y pérdidas, las cicatrices reales y metafóricas con que nos han marcado los años, así como los lugares, olores y atmósferas que nos devuelven a un pasaje olvidado de la memoria.
Pero no recordamos las cosas como fueron sino como somos, como fuimos. La madeja de los recuerdos es imprecisa, inasible, infiel. Se transforma con el tiempo y lo sabemos muy bien, así que hemos ido ideando maneras de dejar registro de aquello que consideramos trascendental: fotografías, videos, sonidos a los que eventualmente tampoco podremos volver, los materiales en los que los hemos registrado se volvieron obsoletos, viajan hacia su difuminación -diría Javier Marías-para deslizarse por la negra espalda del tiempo, su reverso invisible. La desaparición. El olvido.
Y necesitamos el olvido.
Porque para poder recordar, tenemos que haber olvidado. Porque no somos permanentes y mirar en el horizonte aquello que esperamos se convierta en destino solamente es posible cuando se han conjurado los recuerdos, necesitamos abandonar para recuperar.
Esa carga del recuerdo y del olvido habita los materiales de la obra de Vanessa Enríquez y Concepción Huerta; la transitamos en la antigüedad del recinto que contiene esta exposición y en el filo o revés del tiempo.
Gabriela Mosqueda