En una carrera que abarca dos décadas, Carl D’Alvia (nacido en 1965, Sleepy Hollow, Nueva York) ha recurrido con frecuencia al legado de la escultura minimalista, haciendo al mismo tiempo afirmaciones personales e inesperadas sobre el medio en su conjunto. Una escultura de bronce de 2017 titulada Worm toma prestada indirectamente su forma y coloración de las obras del escultor estadounidense Tony Smith, conocido por sus llamativas esculturas de color negro azabache realizadas en sencillas composiciones geométricas. Desviándose de su punto de referencia inicial, las superficies de D’Alvia están, a corta distancia, estilizadas a la manera del pelo ondulado de un perro. La obra equilibra impulsos aparentemente contradictorios dentro de la escultura: por un lado, la seriedad y la austeridad, y por otro, el juego y la fantasía.
En una carrera que abarca dos décadas, Carl D’Alvia (nacido en 1965, Sleepy Hollow, Nueva York) ha recurrido con frecuencia al legado de la escultura minimalista, haciendo al mismo tiempo afirmaciones personales e inesperadas sobre el medio en su conjunto. Una escultura de bronce de 2017 titulada Worm toma prestada indirectamente su forma y coloración de las obras del escultor estadounidense Tony Smith, conocido por sus llamativas esculturas de color negro azabache realizadas en sencillas composiciones geométricas. Desviándose de su punto de referencia inicial, las superficies de D’Alvia están, a corta distancia, estilizadas a la manera del pelo ondulado de un perro. La obra equilibra impulsos aparentemente contradictorios dentro de la escultura: por un lado, la seriedad y la austeridad, y por otro, el juego y la fantasía.
In a career spanning two decades, Carl D’Alvia (born 1965, Sleepy Hollow, New York) has frequently drawn on the legacy of minimalist sculpture, at the same time making personal and unexpected assertions about the medium as a whole. A 2017 bronze sculpture entitled Worm indirectly borrows its form and coloration from works by the pioneering American sculptor Tony Smith, known for his striking jet black sculptures rendered in simple geometric compositions. Straying from his initial point of reference, D’Alvia’s surfaces are, at close range, stylized in the manner of the wavy hair of a dog. In line with the artist’s self-proclaimed goal of counteracting the perceived severity of minimalism, the work balances seemingly contradictory impulses within sculpture — on the one hand: seriousness and austerity, and on the other: playfulness and whimsey.